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La transición energética en curso responde a necesidades urgentes: mitigar el cambio climático, reducir la dependencia de los combustibles fósiles y garantizar un suministro más seguro y sostenible. En este marco, la electrificación se ha convertido en el eje de la transformación del sistema energético.
Según Red Eléctrica de España (REE), la electricidad ya representa más del 24% del consumo energético en España, por encima de la media europea (23%). El PNIEC prevé que la electrificación alcance el 35% en 2030, diez puntos más que en 2019. A nivel global, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) estima que la cuota de la electricidad deberá subir al 28% en 2030 para cumplir objetivos de descarbonización. Para alcanzar la neutralidad en 2050, esta evolución deberá acelerarse.
Entre los impactos más directos del proceso destacan:
Estos indicadores muestran que el sistema eléctrico puede absorber más renovables y cubrir nuevas necesidades, pero también evidencian que los sectores críticos no pueden asumir riesgos de interrupciones.
Una red electrificada con alta penetración renovable es más eficiente, pero también más vulnerable a incidencias como microcortes, variaciones de tensión o picos de demanda. Para instalaciones críticas —centros de datos, hospitales, industrias estratégicas— garantizar continuidad absoluta es esencial.
En este punto cobran relevancia las UPS (Uninterruptible Power Systems), que actúan como sistemas de respaldo inmediato. Estas soluciones permiten mantener la operación sin interrupciones, protegiendo equipos y procesos sensibles.
En el nuevo escenario energético, fabricantes como Socomec desarrollan equipos adaptados a las exigencias de digitalización y sostenibilidad. Entre sus propuestas destacan:
Ambas soluciones combinan modularidad, eficiencia energética y seguridad de suministro, respondiendo a la necesidad de continuidad en infraestructuras esenciales.