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La eficiencia energética y la digitalización del consumo se consolidan como claves para la descarbonización del parque edificado europeo, según expertos de ista y Anese.
Europa afronta uno de los mayores desafíos de su transición energética: descarbonizar el parque edificado antes de 2050 garantizando, al mismo tiempo, el acceso a la energía. En este contexto, la eficiencia energética y la digitalización del consumo se perfilan como palancas decisivas, según coincidieron los participantes del último episodio del videopodcast Conexión Energética: Eficiencia de las Palabras, organizado por ista.
El encuentro reunió a Carlos Ballesteros, director general de la Anese, y a Oliver Schlodder, Chief Sales Officer Group de ista. Ambos coincidieron en que la transición energética no se logrará únicamente con más generación renovable, sino actuando de forma directa sobre la demanda, los edificios y el consumo real de energía. “La eficiencia energética es la primera y más inmediata vía para la descarbonización. No es complementaria, es una prioridad estratégica para Europa”, señalaron.
Durante el debate, Ballesteros destacó que España cuenta con uno de los ecosistemas más avanzados de Europa en contratos de rendimiento energético, especialmente en el sector público. Estos modelos permiten modernizar edificios e infraestructuras sin aumentar el endeudamiento de las administraciones y facilitan la movilización de inversión privada. Asimismo, subrayó el papel creciente de los certificados de ahorro energético (CAE) como motor real del mercado, al permitir financiar actuaciones de eficiencia a través de mecanismos alternativos. Según explicó, estos instrumentos ya están generando impactos medibles, con un alto potencial en el sector residencial, y podrían marcar un punto de inflexión en la próxima década, en la que España debe alcanzar objetivos de ahorro equivalentes a varios meses de consumo nacional.
Desde una perspectiva internacional, Schlodder puso el foco en uno de los principales déficits del sistema energético actual: la falta de transparencia sobre el consumo. “Solo si usuarios y empresas conocen cuánto consumen pueden modificar su comportamiento. Sin datos, la eficiencia energética no funciona”, afirmó. Aunque gran parte de la información ya existe gracias a los sistemas de medición, todavía no se pone suficientemente a disposición de los usuarios finales. En este sentido, la digitalización del dato energético se consolida como una tendencia clave en Europa y en otras regiones como Oriente Medio, donde se están adoptando enfoques más centralizados.
Más allá de la reducción de emisiones, ambos expertos coincidieron en que la eficiencia energética genera beneficios económicos y sociales que a menudo no se reflejan en los análisis tradicionales: mejora del confort, incremento del valor de los activos inmobiliarios, reducción de costes para hogares y empresas y mayor aceptación social de la transición energética. “Las soluciones deben ser atractivas por sí mismas y viables económicamente para que se adopten a gran escala”, recalcó Schlodder.
En un contexto de costes energéticos elevados, la eficiencia se consolida también como una herramienta clave de competitividad. Los objetivos europeos de neutralidad climática son ambiciosos, pero alcanzables si se avanza con celeridad, estabilidad regulatoria y cooperación público-privada. “Estamos ante una oportunidad histórica para transformar el modelo energético, reforzar la competitividad y garantizar un acceso más justo y sostenible a la energía”, concluyó Ballesteros.